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La Ilustración y descripciones etnológicas de Tadeo Haenke
           

por Marisa González Montero de Espinosa, Madrid

Durante la época dieciochesca, la Europa ilustrada contempla el Nuevo Continente como una tierra desconocida, mítica, que alberga grandes riquezas y de la que se cuentan leyendas fabulosas; estas características convierten a aquellos lejanos territorios en una especie de imán para las grandes potencias, y en torno a ellos se van a dirimir una serie de intereses económicos y ambiciones políticas. Sin embargo, sobre todo en la segunda mitad de la centuria, la inclinación de los Estados del Viejo Mundo hacia América tenía también un componente marcadamente científico, se pretendía conocer su relieve, flora, fauna, habitantes, etc.

Dentro de este marco surgen las llamadas expediciones científicas españolas, que buscaban información no sólo meramente política sino además zoológica, botánica, mineralógica, geográfica, cartográfica, astronómica, económica y antropológica. Para abarcar todas las facetas que se proponían estos viajes, se seleccionó a un conjunto de especialistas que garantizasen el cumplimiento de las tareas de investigación: estudiar y clasificar los seres vivos, observar y analizar lo desconocido (litología del terreno, nuevas especies vegetales) y recolectar todo tipo de animales, minerales, plantas, restos de seres vivos.

Estas navegaciones procuraban también entablar contacto con los habitantes del Nuevo Continente para estudiar su atrayente y extraña forma de vida. Efectivamente, los ilustrados necesitaban conocer a los naturales de aquellas tierras desde una doble vertiente: la biológica, que encuadraba al hombre en el conjunto de la naturaleza, y la antropológica, que analizaba su constitución física, la unidad o diversidad de su especie, sus diferencias raciales, lingüísticas, culturales, etc. Esta preocupación de los europeos por sus congéneres, tan alejados geográficamente, intentaba resolver una serie de preguntas vigentes en el Siglo de las Luces: el problema del poblamiento de América (cuestión importante en cuanto que estaba en juego la palabra de las Sagradas Escrituras), la supuesta inferioridad del hombre americano y el mito del gigantismo, que tenía sus raíces en la mitología clásica y que reaparecía cíclicamente en diversos períodos históricos.

Uno de los representantes de estos hijos de la Ilustración, cuya curiosidad hacia el Nuevo Mundo les llevó a viajar y a adentrarse en su suelo, fue Tadeo Haenke. Este naturalista, nacido en Bohemia, consumó sus estudios de Filosofía en la Universidad de Praga; inició después los de Medicina y los continuó en Viena, dónde fue discípulo del famoso médico alemán Stoll. Como precedente a su navegación alrededor del mundo viajó a los Alpes donde recolectó gran cantidad de vegetales y describió especies nuevas que incluyó en sus Observationes botanicae in Bohemia. Intentó asimismo participar en la expedición que preparaba Billings para encontrar el estrecho de Bering, pero la guerra turcorusa de 1787-1792 abortó dicho proyecto.


Incorporación de Haenke a la expedición Malaspina
 

        La idea de Alejandro Malaspina, cuando presentó -el 10 de Septiembre de 1788- a la aprobación real su proyecto de viaje científico y político alrededor del mundo, era dar un gran protagonismo a la Historia Natural. Este estudio de la Naturaleza, que a su vez influiría en la rentabilidad económica de aquellas naciones, abarcaría un amplio espectro: botánico, zoológico, geológico, agrícola, ganadero, minero, químico y, por supuesto, antropológico.  

Para cubrir estas facetas naturalistas debía seleccionar cuidadosamente el comandante las personas encargadas del análisis de las distintas ramas; para ello, Malaspina propuso a Valdés el nombre de Antonio Pineda como responsable y coordinador general del campo de las Ciencias Naturales; la elección se hizo efectiva el 9 de Diciembre de 1788. En calidad de ayudante y como especialista en la parte Botánica se nombró a Luis Née, el 4 Febrero de 1789.

Pineda propuso entonces, como tercer componente del grupo, primero al discípulo de Chaveneau, Florián Coetanfeau, quien justificó su negativa por motivos familiares; posteriormente eligió al director del Gabinete de Historia Natural del Margrave de Badem, Carlos Cristiano Gmelin, pero su nombramiento fue desestimado por el Rey, ya que -según Valdés- "S.M. no quiere destinar en la expedición individuo alguno que no sea su vasallo" (1). Es evidente la falsedad de esta excusa, porque el puesto de naturalista fue ocupado, por fin, por Tadeo Haenke quien, por supuesto, no era súbdito del Rey de España.

Dicho científico checo contaba, a su vez, con el apoyo de sus maestros Jacquin y Born, quienes hicieron llegar sus recomendaciones a España a través de los condes Kageneck y Graneri, embajadores en Madrid de Austria y Cerdeña respectivamente (2). La aprobación de Haenke como miembro del proyecto malaspiniano tuvo lugar pocos días antes de la salida de la expedición; este naturalista llegó a Madrid el 20 de Julio de 1789, desde la capital española partió hacia Cádiz para ocupar su puesto en la "Descubierta", pero una serie de contratiempos le hicieron llegar a la ciudad andaluza pocas horas después de la salida de las corbetas.

En busca de sus compañeros de navegación embarcó entonces -el 19 de Agosto del mismo año- en la fragata "Nuestra Señora del Buen Viaje", camino de Montevideo; la mala suerte continuó acompañando a Haenke, porque cuando se divisaba la ciudad uruguaya -frente a Puente Carretas- el barco naufragó chocando contra unas rocas. Haenke aprovechó, durante su estancia en la capital uruguaya, para herborizar y recoger gran cantidad de plantas que envió posteriormente a España. El 23 de Diciembre partió hacia Buenos Aires y desde allí puso rumbo a Santiago de Chile, esperando encontrarse esta vez con las corbetas (3).


El encuentro con sus compañeros de viaje 

        En la descripción haenkiana de este viaje desde la capital argentina a la chilena se encuentran ya pequeñas referencias a las poblaciones aborígenes de la zona. Efectivamente, en una carta fechada en Lima (el 12 de Septiembre de 1790) y dirigida posiblemente a Born menciona que, cerca de la ciudad de Córdoba, atravesó una ruta sumamente peligrosa habitada por los Puelches y Pehuenches que se comportaban con "una crueldad inhumana contra todo lo que no sea indio" (4).  

Tanto en esta misiva, como en otra escrita (el 5 de Junio de 1790) desde la misma ciudad peruana (5) y dirigida también a su maestro, Haenke narra su enorme júbilo al reunirse -el 2 de Abril de 1790- con los miembros de la expedición en Santiago de Chile (6). Desde aquí, ya junto con el resto de sus compañeros de la "Descubierta", se dirigen primero a Valparaíso, luego a Coquimbo y, por último, arriban el 20 de Mayo al puerto de Callao, en Lima.          

Los miembros de la expedición encargados del estudio de la Naturaleza emprendieron una serie de excursiones para examinar toda la zona limítrofe de la citada ciudad peruana; en concreto Haenke partió -el 15 de Junio de 1790- hacia Tarma y Huanaco, cuyo río comunica con el Marañón y empieza allí a ser navegable. Aunque las instrucciones recibidas por Malaspina no hacían referencia al estudio de los aborígenes, Haenke aprovechó este largo desplazamiento, previsto para unos 40 a 50 días, para desarrollar su faceta antropológica, analizando y describiendo al pueblo de los chunchos (7). Especifica las condiciones de vida de estos habitantes de las cercanías de los ríos Canayre y Mantaro (forma y material con el que fabrican sus chozas), sus características físicas (aspecto, coloración rojiza de la piel, etc.) o su inclinación a las borracheras, durante las que eran capaces hasta de matar (8).         

El 20 de Septiembre del mismo año parte la expedición camino de Guayaquil, de aquí ponen rumbo al puerto de Pericó (Panamá) donde tanto Haenke como Née herborizaron activamente, posteriormente salieron hacia Acapulco y por último arribaron, el 27 de Junio de 1791, al puerto de Mulgrave, donde de nuevo el naturalista checo se vio inmerso en el estudio antropológico.

Con los mulgraveses mantuvieron los expedicionarios un contacto muy estrecho basado en intercambios comerciales solicitados por los propios indígenas. Esto les permitió una descripción detallada de sus costumbres, modo de vestir, etc.; asimismo les dió la posibilidad de visitar los sepulcros de la familia del cacique, de dibujar a varios de ellos e incluso elaborar un vocabulario de su lengua (9); el método de trabajo seguido para la formación de este diccionario implicaba a muchos de los oficiales de la expedición -a pesar de que el protagonismo le correspondió a Espinosa y Tello-, ya que cada uno de ellos preparaba un glosario, que luego era contrastado con el de los demás. Ésta y otras experiencias similares le servirían posteriormente a Haenke para fabricar los glosarios de otras lenguas aborígenes, a las que haremos referencia más adelante.

Haenke, junto con otros oficiales como Espinosa y Tello o Bauzá, estudiaron a los tejunenses (10); éstos les dedicaron a su vez una serie de danzas y melodías, alguna de las cuales fue transcrita por el científico checo (11). Completó asimismo sus descripciones antropológicas adquiriendo una serie de objetos, que después enviaría a Europa, junto con sus colecciones de plantas; como muestra citaremos un sombrero -muy parecido al que llevaban el cacique y los indios mulgraveses- y un tocado, que actualmente se conservan en las colecciones etnográficas del Náprstek Muzeum de Praga (22.236 y 21.373 respectivamente).

El 13 de Agosto de 1791 llegaron a Nootka y entablaron relación con los aborígenes que vivían en la costa occidental de Vancouver; en principio la comunicación no resultó fácil porque los habitantes de este territorio se mostraban tímidos y recelosos. A base de regalos lograron los expedicionarios atraer a los indígenas y convivir con ellos; como fruto de este contacto estudiaron su modo de vida (organización social, creencias, religión, culto a los muertos) y sus relaciones comerciales, basadas en el intercambio de cobre.

Durante su estancia en este archipiélago Haenke escribió Physica constitutio Insulae Nootkae (12), donde señala las características de la zona a nivel geológico, mineralógico, zoológico, botánico, etc. y donde apunta que la mayoría de las especies (tanto florísticas como faunísticas) eran propiamente americanas y, por supuesto, desconocidas en Europa. Asimismo volvió a manifestar aquí, igual que en Mulgrave, su afición musical transcribiendo el llamado "Canto de la alegría en Nutka" (13).

La "Descubierta" -que era la corbeta en la viajaba Haenke- después de Nutka se adentró por Monterrey y llegó al puerto de San Blas el 9 de Octubre. En una carta escrita por el botánico checo, al día siguiente de su llegada, se pone de relieve su enorme curiosidad e interés por los aborígenes americanos que iba conociendo en su largo periplo alrededor del mundo. Efectivamente, en la citada epístola (14) señala que simplemente por el hecho de observar a los indígenas merece la pena la realización de un viaje tan largo y penoso.

Seguidamente pasaron por Acapulco, continuaron por las islas Marianas y llegaron a las Filipinas; desde Manila partió el naturalista bohemio hacia Ilocos -al norte de Luzón- el 15 de Abril de 1792. En su recorrido por el interior de la isla (15) tomó todo tipo de precauciones al ser advertido de la existencia de una serie de naciones peligrosas: los Negritos (16), Zambales, Tinguianes e Igorrotes (17).

Haenke ubica a éstos últimos al norte de la ínsula citada, en una extensa zona muy próspera, rica en yacimientos de oro y otros metales, que utilizan para comerciar con sus vecinos (18); los define como pueblos bárbaros y salvajes que restringen al resto de las naciones el acceso a su territorio. Esta visión tan negativa de los Igorrotes contrasta con la de los naturales de Ilocos, que se distinguían -según el viajero bohemio- por su laboriosidad y habilidad en la elaboración de magníficos tejidos.

A finales de Mayo, en concreto el día 29, llegó al pueblo de Badoc, donde aproximadamente un mes después -el 23 de Junio del mismo año- murió su compañero Antonio Pineda. En homenaje a su difunto amigo, y en nombre de todos los miembros de la expedición, redactó Haenke (en latín) la inscripción del monumento levantado, en dicho pueblo filipino, en memoria del egregio naturalista (19).

Un año más tarde, el 20 de Mayo de 1793, llegaron las corbetas "Descubierta" y "Atrevida" al archipiélago de Vavao (Oceanía) y fueron recibidas por numerosas canoas, cuyos tripulantes daban muestras de afecto y simpatía. El eigue -término con el que estos naturales designaban a su jefe- agasajó a Bauzá y Haenke con una bebida fermentada, llamada cava, muy utilizada por los aborígenes (20) y obtenida a partir de raíces de tubérculos. Uno de los oficiales de la "Atrevida", Ciriaco de Cevallos, utilizó sus conocimientos lingüísticos para hacer de intérprete con los indígenas y elaborar un vocabulario de la lengua de los habitantes de Vavao (21); al igual que en el caso de los mulgraveses, la experiencia obtenida en la plasmación de estos diccionarios serviría a nivel metodológico a nuestro naturalista como base para confeccionar el de otros pueblos.

De vuelta a tierras americanas, llegaron los expedicionarios (el 23 de Julio de 1793) al puerto de Callao, en Lima. Haenke aprovechó esta estancia en tierras peruanas, al igual que hizo con la anterior (entre Mayo y Septiembre de 1790), para estudiar el entorno y sus habitantes; describió detalladamente todo lo relacionado con la ciudad de Lima, desde las calles a las casas, pasando por los lugares de ocio; se detuvo también en lo que consideró rasgos más llamativos: la carencia de fábricas, las manifestaciones religiosas, el estado de la ciencia, etc. Dibujó por último, el carácter, costumbres, vida cotidiana, ocupaciones, nivel de vida, sueldo y distracciones de los limeños.

Asimismo menciona que las dolencias más frecuentes entre los naturales son catarros, pleuresÍa y sarampión, pero también hace referencia a otras enfermedades con denominaciones extravagantes; como ejemplo de éstas últimas cita el llamado "abrazo del gigante o despedida de las corbetas" -en alusión a la "Descubierta" y la "Atrevida"-, que es el mal que padecieron los limeños en el año 90, cuando los barcos salieron del puerto de Callao. Su investigación de las condiciones sanitarias no acaba aquí, ya que Haenke recoge en un cuadro la morbilidad y mortalidad en el periodo comprendido entre el 1-12-1794 y el 30-11-1795 (22).

En esta segunda estancia en la capital peruana, decidió Malaspina -con la aprobación del Virrey del Perú- que Haenke recorriera a pie, junto con el artillero Jerónimo Arcángel, el camino hacia Buenos Aires; disponía para este recorrido hasta Octubre o Noviembre de 1794, atravesaría Huancavélica, Cuzco y Potosí, y estudiaría la flora, fauna y litología de la zona (23). En este viaje el ilustrado checo volvió a demostrar sus aficiones y dotes musicales, recogiendo canciones populares -como "El negrito casto de la sierra" (24)- en Casacpalca, Yauli y Jauja. Haenke menciona de nuevo a los "gentiles chunchos", habitantes de las orillas del río Mantaro, y los describe como unos seres pacíficos y sociables (25). El 6 de Enero de 1794 llega a Cuzco (26), recorre y describe las calles de esta ciudad, dibuja algunos de sus edificios (Templo del Sol, Castillo del Inca [27]) y recaba información sobre el modo de vida y las costumbres de sus habitantes (28).


La vuelta a España de la expedición   

        Las corbetas partieron hacia España sin el naturalista checo, que decidió prolongar su estancia en aquellas lejanas tierras para seguir estudiando sus riquezas florísticas y faunísticas, y describiendo a sus gentes. En la prolongación de su viaje, Haenke llega a Arequipa e intenta fundar un cementerio público en las afueras de la ciudad, con lo que demuestra nuevamente su continua preocupación por los indígenas americanos. Desde allí escribe una carta a Malaspina (29) en la que relata su ascensión al gran volcán Mistí (cuya cima coronó con 13 indios el 4 de Abril), y su deseo de llegar a La Paz (30). Al mismo tiempo que arribaban a Cádiz (21 de Septiembre de 1794) sus compañeros de circunnavegación, el botánico bohemio emprende rumbo a la región de Mojos.

En estas zonas bolivianas prosigue sus investigaciones en favor de sus habitantes (analiza aguas minerales, intenta acrecentar la explotación minera o busca el modo de impulsar el comercio), recorre las antiguas misiones de los jesuitas y franciscanos, y se detiene en la elaboración de cuatro vocabularios de diferentes tribus aborígenes (31); en ellos recoge la denominación de algunos números cardinales, determinadas partes del cuerpo, ciertas expresiones coloquiales, nombres de animales y vegetales, vestimentas, utensilios, alimentos, etc. Para la formación de estos glosarios utilizó la metodología que había aprendido y practicado anteriormente, con los miembros de la expedición, en Mulgrave y archipiélago de Vavao.

Un año más tarde, en Noviembre de 1795, se instala Haenke definitivamente en Cochabamba; allí establece una estrecha colaboración con el Gobernador de la provincia, Francisco de Viedma, quien comparte su interés en mejorar la zona, tanto económicamente como en lo relativo a las condiciones de vida de sus moradores. En esta región boliviana continúa Haenke su intensa actividad científica -botánica, zoológica y litológica-, que queda plasmada en su Introducción a la Historia Natural de la provincia de Cochabamba y circunvecinas con sus producciones (32).

En sus incansables andanzas, recorre las montañas y las misiones del Coni, en el partido de Yuracarées; allí, además de describir el terreno, no desaprovecha la ocasión de observar a sus habitantes (33). Hace un completo análisis antropológico: apunta el tamaño de la población, características físicas, vestimenta (parecida a la de los chunchos), costumbres, alimentación, etc. Asimismo señala también sus creencias religiosas, las luchas contra sus enemigos -los Solostos y Sirionós, habitantes de las cercanías del Río Grande- y las armas utilizadas contra ellos. El incansable viajero bohemio recoge también noticias sobre otra serie de pueblos habitantes de la Cordillera: los chiriguanos y chaneses (34). Viedma utiliza todos los datos recogidos por Haenke para rechazar la aplicación de un nuevo reglamento -en las misiones de los Andes- y defender los derechos de los indios frente a la opresión de ciertas órdenes religiosas (35)

Posteriormente se adentró Haenke en la región de Chiquitos (36). Allí fue muy bien recibido por sus habitantes, con los que compartió algunos de sus conocimientos agrícolas y médicos. El afecto era mutuo, ya que el naturalista demostró gran aprecio por ellos y los definió como buenos, pacíficos y serviciales. Asimismo se detuvo en describir (37) sus características físicas (color de la piel, rasgos poco favorecedores), su afición a ir desnudos y su habilidad para la caza.

Haenke, en su segunda patria, Bolivia, mostró gran interés por la salud de sus habitantes, desarrollando sus conocimientos médicos y buscando determinados remedios a ciertas dolencias (38). Asimismo se adelantó a la llegada de la expedición de Balmis, inoculó a ocho niños la vacuna antivariólica e incluso costeó él mismo parte de los gastos derivados de ella (39). Pero no acaba aquí su labor sanitaria, ya que reclamó enérgicamente la creación de una Facultad de Medicina o Farmacia en Cochabamba, para acabar de una vez con charlatanes y curanderos (40)

A lo largo de este pequeño recorrido por la vida y obra de Haenke hemos podido comprobar que no solo aportó sus conocimientos botánicos a la expedición Malaspina y a los ilustrados del Nuevo Mundo, sino que también puso gran empeño en remediar las carencias, dificultades y limitaciones de los moradores de aquellas tierras, tan injustamente tratados a veces por unos europeos que, aunque cultos y refinados, o por eso mismo, no se habían sacudido del todo su complejo de superioridad respecto de otros pueblos y razas. Haenke dio muestras en este aspecto de ser un científico en el sentido más moderno de la expresión, liberado -hasta donde era posible en su época- de prejuicios, pero además sensato, ecuánime, devoto del trabajo de campo, obsesionado siempre con la comprobación meticulosa y la experimentación no sujeta a trabas. Así pues, en este balance final no podemos dejar de subrayar junto a su faceta científica esa vertiente humanística: su preocupación por las enfermedades, las injusticias y las condiciones de vida en general de los pueblos que visitaba y estudiaba. En definitiva, Haenke representa, lo mismo que un gran número de viajeros de la Ilustración, el prototipo de ilustrado que merece ser reivindicado, desde la perspectiva actual, como pionero de la investigación moderna.              

Marisa González Montero de Espinosa
Universidad de Alcalá de Henares (Madrid)



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1  Manuscrito (en adelante Ms.) 2296 del Museo Naval (M.N.) de Madrid folio (f.) 62.

2  Pueden consultarse, en el Ms. 2296 del M.N. de Madrid f. 118-130, las distintas cartas de embajadores y oficios correspondientes para que se admitiera a Haenke como botánico en la expedición.

3  En el Ms. 1826 f. 92-102 del M.N. de Madrid estan las Reales Órdenes y oficios relativos a la llegada de Haenke a Cádiz y su salida hacia Montevideo.

4  Literární Archiv del Památník Národního Písemnictví (P.N.P.) de Praga.

5  Puede localizarse también en el P.N.P. de Praga.

6  En el f. 103 del Ms. 1826 del M.N de Madrid hay un oficio de Malaspina en el que notifica a Antonio Valdés que el naturalista checo se ha incorporado a la expedición.

7  Ms. 426 f. 40 vuelto (vto.)- 41 del M.N. de Madrid.

8  Copia de la colección Josef Haenke que se encuentra en el Okresní Archiv v Decíne (O.A.D.) de Decín.

9  Ms. 425 f. 156-157 vto. del M.N. de Madrid.

10  Tejunenses es el gentilicio de los nativos de Mulgrave.

11  Haenke recogió un cántico de la paz -incluida su representación en pentagrama- entonado por mujeres mulgravesas (Ms. 425 f. 158-159 vto. del M.N. de Madrid).

12  Ms. 316 del M.N. de Madrid, f. 144-145 vto.

13  Ms. 567 f. 390-390 vto. del M.N. de Madrid (el texto se encuentra en el Ms. 289 f. 72 vto. de la misma institución).

14  Véase MAYER, J. (1793). Tomo 3º, páginas 390-392.

15  En el f. 69-73 del Ms. 312 del M.N. de Madrid se encuentra la narración, escrita por Haenke, del viaje a Ilocos; en ella describe las provincias de Pampanga, Ilocos, Cagayan y Pangasinan.

16  En la pág. 171 del libro de PIMENTEL. J. (1993) podemos encontrar una descripción de estos aborígenes de Filipinas.

17  En el Ms. 136 f. 243-254 del M.N. de Madrid se encuentra la copia, escrita en Filipinas por los miembros de la expedición, de un documento del Padre Benito Harosa titulado "Breve insinuación de la tierra y carácter de los infieles llamados Igorrotes, sus usos, modales y costumbres".

18  Véase la "Narración del viaje de D. Tadeo Haenke desde Manila hasta Banqui" (con anotaciones y correcciones de Malaspina), en el Ms. 312 f. 74-76 del M.N. de Madrid.

19  El borrador de este epitafio está en el Ms. 92 del M.N. de Madrid, f. 261.

20  Véase SANFELIU ORTIZ, L.(1943), pág. 239.

21  Ms. 738 del M.N. de Madrid, f.135-146 vto.
  
22  Véase HAENHE, T. (1901)

23  Confróntese NOVO Y COLSON, P. (1885), pág. 288.

24  La transcripción de esta melodía -letra y música- se encuentra en el "Fondo Documental Tadeo Haenke (FDTH)" nº 27 del Jardín Botánico (J.B.) de Madrid. En el libro de IBAÑEZ, Mª V. (1992), hay una relación numérica -ordenada cronológicamente- de los documentos haenkianos existentes en dicha institución madrileña. A este número se alude, en adelante, cuando se mencionan los fondos -relativos al naturalista- de dicho archivo.

25  Ms. 1826 del M.N. de Madrid, f. 130-130 vto.

26  En el Ms. 316 del M.N. de Madrid f. 141-141 vto. hay una carta de Haenke a Malaspina en la que describe su viaje de Lima a Cuzco.

27 Ambos dibujos se encuentran en el FDTH nº 44 y 46 del J.B. de Madrid.

28  En el FDTH nº 47 del J.B. de Madrid narra Haenke los remedios indígenas de los naturales de Cuzco frente a ciertas dolencias como vértigo, dolor de cabeza, etc.

29  Esta misiva está fechada el 6 de Abril de 1794 y se encuentra en el Ms. 316 del M.N. de Madrid, f. 56-57 vto.

30  Para seguir el itinerario de Haenke por dichos territorios de Enero a Junio de 1794, puede consultarse un documento enviada por el naturalista a Valdés, que se conserva en el M.N. de Madrid (Ms. 1407 f. 68-75).

31  El correspondiente a la lengua Mobima se encuentra en el FDTH nº 90 págs. 435-436; y los de Cayuguevos, Canichanos y Mojos pupúa en el nº 91 págs 505-505 vto., 535-536 y 544-544 vto. respectivamente del J.B. de Madrid.

32  El primer borrador de este escrito se encuentra en el FDTH nº 133 del J.B. de Madrid y una copia en limpio en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (M.N.C.N.) legajo 1 carpeta 3 de la misma ciudad española.

33  En 1810 publica en el Correo del Comercio de Buenos Aires la "Descripción geográfica, física e histórica de las montañas habitadas por la nación de los indios Yuracarées".

34  Puede consultarse en el Archivo General de Indias (A.G.I.) de Sevilla, signatura Charcas 436, las "noticias sobre los indios interiores incógnitos de la cordillera de indios chiriguanos y chaneses, comunicadas al Sr. D. Francisco de Viedma por D. Tadeo Haenke".

35  Véase una carta dirigida a Gaspar de Jovellanos en el citado documento del A.G.I. de Sevilla.

36  Se puede encontrar la primera y segunda parte del diario de viaje y cuaderno de campo de esta región en el FDTH nº 155 y 157 del J.B. de Madrid.

37  Consultese la carta -del 20 de Mayo de 1800- escrita a su hermano en RIDLER, J. W. (1814).

38  Como muestra, citaremos una serie de documentos que se encuentran en el FDTH del J.B. de Madrid: descripción de remedios contra las escrófulas, (nº 118), anotaciones de una serie de ungüentos y elixires (nº 168), recetas sacadas de algunos libros (nº204) o reseña de ciertas hierbas de los yungas utilizadas para el alivio de callos, hemorragias, etc. (nº 362).

39  Véase FDTH nº 201, 202 y 203 del J.B. de Madrid.

40  FDTH nº 199 del J.B. de Madrid.

 




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